martes, 27 de marzo de 2007

Era otoño aquella vez...






Era otoño...



¿Recuerdas? Tantas fueron las veces que nos perdimos concientes, nos perdimos...



A tiempos volvías como de un largo viaje y me mirabas desconcertado, apenas entendía yo tus ojos, quizás más que a ti, me costaba reintegrarme a la realidad. Sabías desde antes que no era de este mundo, que jamás estas aceras calzaron mi paso. Solías decirme, entre risas y hojas muertas; " ¿De qué mundo te escapaste? Ya sé que es el otoño que te pone así, pero algo tienen tus ojos, una extraña manera de abrir y cerrar fronteras inimaginables." Yo reía a mandíbula latiente y pensaba en por qué el otoño me perdía de manera tan inequívoca. Bien sabía que caminabas a mi lado pero aun así te olvidaba. Olvidaba todo cuanto era recordable. Un instante bastaba para que las alas que creía rotas, alzarán vuelo majestuosas. Y así me iba de tu lado, de tu realidad de hojas y plumas. Me abandonaba en un viaje insólito e irrepetible. Jamás pude decirte cómo era aquel lugar, ese jardín oscuro, esa boca jadeante, esos muros agobiados de amor y sabanas húmedas. El lecho de hojas muertas hablaba de mundos por conocer, de dioses anacrónicos y sueños caducados. Llegaba, los pies descalzos de materia, los ojos sellados y me lanzaba al abismo crujente de veranos secos y ojos vacíos. Ahí me quedaba, sin tiempo ni espacio, era ser la mujer que soñaba. La complejidad descansaba a mi lado, los tormentos se perdían entre besos de mujeres comprometidas, llenas de abrazos, llenas de mentiras. Tú seguías ahí, casi te podía tocar. Me mirabas, contabas historias fantásticas, hablablas de héroes y heroínas, de tragedias y crepúsculos negros. Tu vida yacía en esa acera gris y húmeda, la mía se había abandonado a parajes irreales. Era como zanbullirze en el agua mansa de tu lengua, en su comodidad.



Cuando dije que me iría, bajaste los ojos y a voz tan baja, casi para no decir, te escuche balbucear " yo iré tras de ti" Pero no sabías acaso que si me iba, que si me perdía, sería precisamente en ti. Aún faltaba tiempo y espacio intermedio. Creías con demasía en el amor y no sabías que amar era aprender a morir.



Y así esperaba yo cada otoño aparecer y en cada otoño enseñarte a morir.



Había una hoja, temblaba. Te dije la llevarás contigo en el temblor del abismo. Callaste. Supe habías entendido.



Y es otra vez otoño....



Te recuerdo ¿sabes? Aún vives en mi, casi como ese primero otoño.



Yo me fui y te perdí. El camino de regreso se había disipado en la bruma y en la lluvia caprichosa.



No te dije adiós pero supongo que en el silencio me escuchaste como yo te escucho a ti ahora.



Fuimos eternos... Aprendimos a morir y cubiertos de cenizas nuestro tiempo se acabó.



Es otoño...



Quizás andes por ahí, quizás te encuentre nuevamente, absorto en el temblor de una hoja.



Hasta entonces...









domingo, 18 de marzo de 2007

Por qué escapo, por qué olvido

Alguien me preguntó: "¿Por qué escapas? ¿Por qué te esfuerzas por olvidar? ¿No te puedes, simplemente, quedar?"
Parecía no entender mi actuar, mis razones, mi vida. Y no lo culpo, imposible desafío aquel.
Es más que evidente para todos aquellos que me conocieron, me conocen o a su debido tiempo me conoceran, que escapo, que no estoy hecha para perdurar.
Entonces asalta el imperdonable "¿Por qué?". Y es que claro, ellos necesitan de razones para aceptar, necesitan nombres para que sea real.
Quizás es innherente a mi esencia la mobilidad. Podría responderles así pero se con demasía que no llegaría jamás a explicarles de tal forma.
Mi vida es la vida de la mujer que soy y de la que quisiera ser. Ésta es mi dualidad y por lo mismo mi propia complejidad.
No soy, sin embargo, lo bastante real como para perdurar. Nada nunca será lo bastante real para esquivar la huída y el olvido.
Es imperativo para mi destruír lo conocido.
No busco lo eterno, de hecho es justamente a aquello a lo que más le temo. Lo eterno, engaña, lo eterno esclaviza y anula.
No diré que es libertad lo que busco en mi insconstante ir y venir, decirlo sería vanidad, sería pretender que lo humano es supremo (y no lo es).
Busco sin embargo caminos y espejos imposibles.
Vivo y muero todos los días. Existo pero han de saber que más temprano que tarde tendré que desaparecer. Lo que el mundo y sus habitantes pueden ofrecerme no es lo que necesito.
Nadie podrás jamás pretender darme aquello de lo que carezco asi que por favor no hinchen sus pechos y se crean mis salvadores, no lo son.
Es cierto que he amado, que he querido amar pero ¿por cuanto tiempo? No por mucho.
Los hombres saben bien herir mi carne mas enmendar lo perdido, no saben.
No me conocen; yo no he querido que lo hagan pero tampoco podrán. No saben, no pueden...jamás sabrán, jamás podrán. Son limitados, periodicos, lo siento.
Y quizás en mi tránsito he jugado a que me entiende pero ,desengañense, ha sido sóla y
únicamente por no desilucionarnos más.
Hace no mucho tiempo existió, como siempre han existido, un hombre en el cual vi un deseo profundo y sincero por conocerme y hasta cierto punto le entre abrí mis puertas. Pude ver su contento y su gloria de creerse conocedor de una esencia oculta. Pero llego ese punto, impreciso, en el que lo tuve que dejar, tuve que olvidarlo. ¿Por qué? Porque su ilusión era tamaña y peligrosa, no para mi, pero para él. Claro que las razones que le dí, el por qué lo dejaba no eran éstas que hoy expongo. Pero en el fondo lo abandoné porque habíamos llegado a callejón sin salida. Yo no podía ofrecerle nada más ni él a mi.
Él quizo ser mi amigo. Pero no sabía que yo no necesitaba su amistad, porque en ningún caso él podía darme lo que yo necesitaba. Fue sólo saciarle su deseo por saber de mi lo que permití y en lo que se basó nuestra relación.
Hoy por hoy entiendo su perdida mas en ningún caso me ha dolido. No porque no me duelan los detalles pero porque mi vida busca un desenlace mayor y mantenerlo a mi lado sólo podía cerrarme caminos y empequeñecer mi mundo.
El olvido fue rápido y no quedaron marcas. El tiempo compartido fue minimo y casi una quimera.
Yo jamás lo conocí y así el olvido tenía calle abierta para extirpar pequeños y ambiguos recuerdos.
No me faltaron sus gestos, ni su esencia pues nunca los tuve, nunca los conocí.
Nuestra relación fue unilateral jamás simetrica.
Él obtuvó en cierta medida lo que buscaba, yo le di lo que pude darle.
No me aferro a las cosas, el pasado que antes me protegía del dolor llego un momento en dónde me causaba dolor y entonces tuve que desligarme, olvidar.
Lo que puede parecer un acto de egoismo no es sino un acto sordo por en un futuro inmediato ser mejor.
Si no escuche sus palabras, sino vi sus deseos fue porque en mi algo gritaba más fuerte. Y antes de entregar dicha, tenía que yo misma encontrar mi dicha.
No es que él no me importe, osea ya no, pero antes, fue simplemente que su dolor no encontraría balsamo alguno en mi dolor.
Fue mi decisión. Mañana será la suya.
Fue mi tiempo, mañana será su tiempo.
Hoy renací.