jueves, 21 de diciembre de 2006

Ahora comenzamos a vivir


Ha pasado ya casi un mes desde que no escribo, desde que aquel hombre me dejo.

Pero fue necesario un tiempo para entender, para aceptar y finalmente para decidirme a ser feliz, sin él.

No fue fácil. El dolor apremiaba y no distinguía razones ni caminos.

Las primeras dos semanas fueron sin dudas las más complicadas, en dónde cada tarde me sentaba a llorar lo que durante el día me obligaba a callar, por dejar saber al mundo y en especial a él que mi corazón estaba destrozado y mi mundo carecía de norte.

Pasado el tiempo, fechas simbolicas asomaban sus pies. Se acercaban días de presión, estabamos a punto de atravesar el umbral de las personas que eramos y de las que seríamos. Y así su presencia iba perdiendo trascendencia, el futuro apremiaba.


Y aún así, en un punto pensé que volver y lo cité y los ojos en el suelo y el corazón en la mano le pedía otra oportunidad. Me miró sin mirarme y me dijo sencillamente que no. En el momento lo acepté y pedí al menos mantener su amistad. El dijo no quería perderme y yo quisé quedarme para verlo crecer, de la forma que fuera.

Y así comenzé una cruzada contra el amor, llevaba el embla de la amistad. Quisé con todo mi ser, ser su amiga, apoyarlo, tomarle la mano, decirle que no estaría solo. Porque en el fondo, al perderme a mi perdía compañia. Jamás fue hombre de muchos amigos, timido y encerrado en su mundo, nadie le conocía como lo hice yo. Y aunque yo tuviese amigos verdaderos, sinceros y que durante este tiempo me demostraron con creces que era querida y que jamás iba a estar sola, yo quería decirle a él que yo sería esa mujer que si no le hacía reír al menos podría llorar con él y sentarme en el suelo hasta que él se sientese capaz de ponerse de pie nuevamente. Le abrí la puerta de mi amistad, le mostre el camino, le entregué las llaves y le hice saber que sólo quería su felicidad.

Él, se alejo de todas formas, cerro la puerta, y se mantuvó al otro lado de la calle. No vió a la mujer que estuvó con él, quién le tomo la mano e intento sostenerlo. Simplemente no quiso aceptar lo que le ofrecí, sé que era poco pero era lo que pude darle.

Y así tras días, minutos, encadenada a él, pensando en él, rogando y luchando sus batallas, curandole las heridas y velando su dormir... me cansé.

El tenerlo en mi vida me cansó y mi dolió a tal punto que el amor había abandonado para siempre mi cuerpo y ni siquiera quedaban las ganas de estar con él.

Así, hace dos noches, cuando volvió una vez más a dejarme sola, cuando yo estaba mal, me vió y se marchó. Así decidí decirle que no lo quería más en vida, que era necesario olvidarlo por completo, que lo que yo le daba él no entendía y lo que él me daba no era lo que yo necesitaba. Y una vez más me dijo que no quería sentir el peso de mi presencia, que a tiempos le ahogaba mi preocupación, mi cariño.

Y fue entonces que me marché, esta vez para siempe, esta vez sin marcha atrás. Yo no pude soportar su inercia. Supongo que vivo con pasión y que doy con pasión amistad, amor, compromiso. Y si él no podía soportarlo pero ni siquiera tuvó el coraje de decirmelo a la cara, entonces amigos míos, yo me voy.


El mundo abre infinitas puertas, sólo tengo que elegir cual seguir, cual abrir, cual obviar, cual mantener entre abierta y cual definitivamente cerrar. Hoy quiero ser feliz, hoy sé que seré la mujer que he soñado ser. No hay imposibles cuando pierdes el miedo y te paras, contra todo pronostico, frente a la vida. Hoy he decidido ser todo lo que he soñado.

Hoy no me duele no tenerlo, hoy su nombre ha abandonado mi cuerpo y su recuerdo permanece ambiguo...


Tenemos todo el tiempo del tiempo para ser lo que queremos ser.


Miro atrás, y antes de alejarme por completo, simplemente sonrío.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Sigue sonriendo, la vida es bella y la experiencia siempre es buena...es mejor haber disfrutado que no haber amado nunca

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