miércoles, 24 de enero de 2007

Reflexiones de media noche

¿Es acaso posible que en punto, inexacto e inequicovo de nuestras vidas, un simple deseo, la conjunción exacta de palabras y latidos, nos lleve a un futuro del todo desconocido más del cual todo anhelabamos?
Quizás les paresca estupida tal pregunta, estupida si pensamos que el común de la humanidad cree y necesita creer en el libre albedrío.
Pero ¿Qué tan libres somos? O mejor aún ¿Qué tan libres somos capaces de ser, queremos ser?
¿Cúantos de ustedes se sientes capaces de responder, sinceramente, a tales preguntas?
Yo, personalmente, no me siento capacitada aún.
Supongo que depende del día, de la hora, del pretexto adecuado, la respuesta que soy capaz de dar.
A tiempos me siento libre, creo tener la fuerza para ser libre y gritarle al mundo que seré yo quién decida, quién traze el mapa de mi vida, de mis logros, de mis errores. Pero no podría mentir y no decir que a otros me siento una pieza más de un historia escrita hace siglos. Que aveces las puertas que abro y cierro, son las misma puertas que debía cerrar y abrir. Como si el destino fuera esa fuerza mayor que me diera la impresión de elegir lo que siempre fue y tuvo que ser.
¿Qué si me siento menos humana pensando así? Lo dudo.
Una parte de mi grita por su fe en el destino y esa contradicción de elegir para después decir que "todo fue como tenía que ser, que todo llego en el momento preciso, ni un minuto tarde ni uno antes". Y entonces reflexiono sobre la perfección ¿ es acaso posible que la perfección sea esa precisión que sólo un predestinamiento puede otorgar? Si la perfección es esa conjugación exacta de elementos destinados a unirse y formar una simetrica figura, no estamos acaso hablando de que la perfección no es un deselance humano y por lo tanto elegido a conciencia pero el desenlace de una unión precisa, en el momento preciso de los elementos precisos. Es decir la obra de un destino anterior.
Podría hablar de religión, pareciera ser el cauce natural de tanta divagación pero una vez hace ya muchos años alguien me dijo que no hablará jamás de religión o politica en la mesa. Y no sé por qué hoy tales convenciones asaltan mi mente y mi escritura. Quizás porque aún soy parte de un libro de modales y convenciones. Quizás nunca me liberé del todo de esas cadenas familiares.
Quiero creer que lo hice pero esa soy sólo yo.
Tal vez el pasado fue lo que tenía que ser y en esa misma dinamica mi futuro no podrá jamás ser distinto al futuro que mi pasado ya revelaba.
Es como vivir entre rejas.
Y es que claro el pájaro se mueve en su jaula y sin ser del todo libre siente como el espacio de su encierro crece. Yo como ese pájaro he abierto la puerta de la más pequeña de mis jaulas y a medida que avanzaba el espacio de mi encierro crecía y sin entenderlo del todo me sentía más libre aunque las rejas se mostraran incolumes.
Podría escribir versos de ausencia pero en su lugar divago....

Podría volar lejos pero me quedo en tierra...

Podría... y el condicional de pronto mina mis deseos y todo es posible en un futuro, aunque el futuro puede que nunca llegue.

No sé si en algún momento un asalto de claridad me diga lo que quiero me digan, tampoco sé si lo que quiero me digan sera lo que realmente quiero.

¿Cómo saberlo?

Son tán sólo reflexiones de media noche... nada más, nada menos...

Son...

¿Basta?

Siempre.

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