sábado, 3 de noviembre de 2007

Aquello que perdura - Tu corazón en el mío-



En un mundo que está en constante cambio, en dónde la primavera del verano están a una cuadra de distancia, en dónde los sueños mudan de agujero en agujero ¿Cómo esperamos que todo siga igual como alguna vez lo conocimos?




Inevitable son esos saltos bruscos, esas grietas en la calle de tu infancia, esos huecos en tu corazón.




Vas creciendo y en el camino van quedando, inevitablemente, cosas atrás.




A tiempos porque tú mismo así lo eliges, a tiempos porque el vértigo te gana y para cuando te quieres dar cuenta ya estás miles de kilómetros más allá.




Los amigos inseparables de la infancia, allí parecen haber quedado.




Incluso aquellos no tan lejanos, se pierden. Un paso atrás, una esquina de desventaja y ya los perdiste.




Suele pasar con las relaciones también.




Amas, crees conocer el amor, tienes quince años y una mañana te despiertas con casi veinte y recuerdas un vago recuerdo que oscuramente trata de acordarse de él.




E incluso no son necesarios cinco años de distancia, a veces bastan unos meses, toda una vida.




En un mundo que cambia tan aprisa ¿Cómo pretender mantener aquello que es parte del pasado?




Recuerdas a esa niña que destrozada por un corazón roto juraba no volver a amar.




Recuerdas las noches con tus amigas maldiciendo al genero opuesto, apostando tu vida a que no volverías a caer en los brazos de un sapo, que tu príncipe azul llegaría montado en su blanco corcel.




Recuerdas las peleas con esas mismas amigas, esas absurdas conversaciones en las cuales ninguna se escuchaba y cruzabas el salón para llorar en el hombro de otra, jurando no volver a dirigirle la palabra a aquella mujer.




Recuerdas los portazos en tu habitación, los gritos sordos contra tus padres, esa infertil rebeldía.




Y sigues recordando y entonces caes en la certeza que todo ya pasó.




Nada resultó ser tan definitivo ni tan terrible.




Y una noche cualquiera te encuentras pensando en cuan fácil ha llegado el olvido y el perdón, incluso la risa.




Sabes que amaste alguna vez, que alguna vez te rompieron el corazón, que abandonaste amistades, que gritaste y pataleaste. Sí, lo sabes.




¿Cuánto has cambiado?




A veces dirías que mucho, otras no tanto.




Y es como las estaciones, cambian sucesivamente pero para siempre volver a encontrarse.




Puede suceder que un invierno sea más duro que el anterior, que una primavera tarde más en llegar o que un verano sea más corto pero al final siempre será el otoño que antecede al invierno que precede al verano que es anunciado por la primavera.




Sea el hemisferio sur o norte, tendremos siempre ese toque de invierno y verano, de otoño y primavera.




Y es un consuelo de media noche sentir que aunque hombres han venido y hombres se han marchado, aquellos que realmente amamos saben quedarse por siempre en nuestro corazón.




Así, en esos días extraños en que dudas de todo, ves acercarse caminando con la misma soltura de la primera vez, a aquel hombre.
Te sonríe a lo lejos, caminas hacia él. Y justo en medio de la misma calle que los vio crecer, sientes que sus brazos te entrelazan.




Tiene el mismo olor, reconoces sus ojos, su protección. Y entonces vuelven a caminar, sin decir palabra, el mismo camino que habían de caminar todos estos años.




Sabes que son distintos, que ambos crecieron pero aún sientes ese calorcito en tu corazón.




Él vuelve a tomarte por la cintura, a estrechar tu cuerpo contra el suyo y una vez más sus narices se rozan. Jamás se han besado y no te importa.




El beso es el amenazado, su amor lo que queda flotando cuando él te deja en tu puerta y camina hacia la suya, unos metros más allá.




Antes de cerrar tu puerta, te quedas mirando como él se aleja. No sabes cuándo lo volverás a ver, pero sabes en el fondo de tus entrañas que lo harán.




Están a sólo un "¿Salgamos a caminar?" de distancia.




Así han transcurrido 7 años. Y así, supones, pasarán mil años.




Lo amaste con fervor, añoraste te amará de igual manera.




Lo odiaste, esperaste a que regresará del lugar a donde nunca fue.




Le mentiste, soñaste que él te decía la verdad.




Y hoy sabes él está ahí.




Te susurra que te quiere, que no se lo digas a nadie, que él no quiere a nadie.




Ríes y le prometes será su secreto.




Te busca y te encuentra.




Lo buscas y lo encuentras.




Con él, eres.




Lo sabes en tu piel, en sus ojos, en tus labios, en sus silencios, en sus bromas.




Recuerdas como él te decía que no hablarás jamás de un "nosotros" y te regocijas cuando lo encuentras a él hablando en plural.




Jamás le has pedido algo y sin embargo te lo ha entregado todo.




Cuando del mundo no quieres saber, es a él a quien buscas porque es... él.




Y así por mucho que las cosas cambien, que pierdas o ganes, te acurruca la certeza de que siempre estará él, en la acera de al frente dispuesto a caminar contigo una vez más.




¿El amor?




El amor hemos sido nosotros. Dos fantasmas que nadie podría asegurar que alguna vez se conocieron, que sólo las calles de su infancia podrían atestiguar su existencia.




Envueltos en clandestinidad, así nos hemos querido, así hemos sido nosotros mismos y así hemos crecido tomados de la mano.





Éste ha sido nuestro tango.
No lo cambiaría por nada en el mundo.


No hay comentarios: