miércoles, 21 de noviembre de 2007

Hybris


He amado mi vida y todo lo que ella conlleva con pasión, con fervor, en demasía.


Sin jamás apaciguar el fuego, alimentándolo en su lugar.


He desbordado anhelos, he mordido, arrancado y saciado cada pedazo de mi vida.


Tanto amor guardaba dentro, tanta fuerza...


Que hasta la pena y el dolor los he vivido en hipérbole, con cada centímetro de mi piel.


La vida ha sido para mí, amor.


¡Amar!


Amar lo amable, amar lo oscuro, lo sórdido, lo doloroso. Amar aquello que no se ama. Amar.


Mi corazón jamás ha encontrado paz alguna.


Es un vértigo constante.


La furia de un corazón demasiado vivo.


La sinrazón de alma rebelde.


Mi fragilidad yace en el acto mismo de amar, de respirar.


Ya lo sé, quien me ha visto realmente me lo ha dicho; soy demasiado.


Para algunos, es mi pecado. Para otros, su envidia. Para mi, mí esencia.


No tengo control alguno.


Mi corazón galopa y espasmo tras espasmo bombea torrentes de sangre, sin medir consecuencia o rostros.


El daño es irremediable, el dolor la amante.


Hambrienta de sustancia, arranco trozos de vidas.


Devoro corazones que se marchan, amo hombres que son ciegos, alimento niños que tienen alas.


No tengo una razón. Soy la pasión que asusta y aleja.


No me gustan los espejos, mi imagen me arrastra a la profundidad de un sentimiento imnombrable.


Las palabras están viciadas. Y nada tiene que ver el dolor con el dolor, el amor con el amor.


No hay final.


Que todo tiene que ser saciado en su totalidad.


No hay remedio.


Que no hay corazón que no deba ser comido.


Es la risa y es el llanto.


El éxtasis y el más hondo abismo.


No hay punto intermedio.


Y mi cuerpo se destroza y mi corazón se hunde y aún así tengo que seguir.


Algo en mí me arrastra, me condena, me rechaza y me busca.


Soy un cuerpo consumido por el deseo y mi carne está destinada a ser deseo.


Mi humanidad no es más que el grito de un deseo por saciar.


Entre mi fantasía y su realidad.


El mundo espera de mi cordura y compostura, he sido incapaz.


Mi locura no es más que una pasión incomprendida y temida.



"Novia.-

Con los dientes,

con las manos, como puedas,

quita de mi cuello honrado

el metal de esta cadena,

dejándome arrinconada

allá en mi casa de tierra.

Y si no quieres matarme

como a víbora pequeña,

pon en mis manos de novia

el cañón de la escopeta.

¡Ay, qué lamento, qué fuego

me sube por la cabeza!

¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!


[...]


Madre.-

No quiero ver a nadie. La tierra y yo. Mi llanto y yo. Y estas cuatro paredes."


Fragmentos de Bodas de Sangre, Federico García Lorca.


1 comentario:

Maik Pimienta dijo...

Ésas letras se desangran cuando se leen. Sentir era para Lorca igual que respirar. Besos.