martes, 21 de noviembre de 2006

Apendice ( Instrucciones para sentir volumen I)







Hace unos días que no logro pensar con claridad- retiro lo dicho- hace toda una vida que no puedo pensar, no al menos como otros quieren que piense.


Nunca me he encontrado a gusto en este lugar, en esta esquina. Siempre he sido menos que los demás. Jamás he sentido me entendieran, me siguieran. Muchas veces he jugado yo a entender, a seguir a los demás; jamás he salido victoriosa. Al parecer mi existencia no estaba destinada a crecer entre ellos. Me he coronado extraña, una viajera, un anónimo.


En un punto, en una esquina, alguien me comprendió. Pero ni siquiera él fue capaz de reconocer su entendimiento y si lo hizo no logró entenderlo en su totalidad. Yo había de encontrar al fin a quién, como nos diría Platón, hubiese sido mi exacta mitad, el sexo oculto e incompleto que esperaba fundirse en otro sexo aun más incompleto y oculto.


Pero, ya saben, el objeto de mi deseo no habría de encontrar en este pedazo de carne, el tótem de su vacío. Era sólo yo, quién se vería reflejada en cada gesto. Debo admitirlo, la diferencia nos aisló. Nos perdimos. Al menos el se perdió. Y ya de vuelta a mi eterno viaje, pensaba en día venideros, como si aquello hiciera más fácil mi estadía en tierra. Pero a un ángel sólo pueden cortarle las alas, no su vuelo.



En mi estadía en la tierra de lo mortal he logrado crear lazos, he pensado amar de igual manera y poco a poco me he ido llenando de mortalidad. He sentido miedo. ¡ He sentido! Me he vuelto un poco más humana, un poco más extrajera. Pero no puedo negar mi verdad. Aunque escriba como mujer, no lo soy. Aunque sangre y me duela como humano, no lo soy. He aprendido a disimular, he logrado crear mascaras y adoptado palabras. Algunos me saben distinta, pero igualmente humana. Los he traicionado a todos, sin excepción. Una imagen de mi nombre ronda sus mentes, creen (porque ellos saben creer) que soy como ellos. Yo en cambio, no sé creer, no sé sentir…sólo imito comportamientos, reacciones y sentimientos. ¡Qué desilusión! Sola he descubiertos caminos a mi humanidad sin que esta sea del todo genuina. A tiempos, creen sentir que no soy lo que aparento y solo me dicen distinta. Intentan nombrar (porque ellos necesitan nombres para que sea real) mi ser, pero no alcanzan a entender.


Yo tampoco lo hago. ¿Cómo culparlos?



¿Cómo gritarles culpas que yo misma he trabajado con las yemas de mis dedos?
Nadie huele la carne de mujer enferma al otro lado del salón. Pareciera que sus ojos han quedado ciegos, que sus dedos no tocan, que ni sus pies pisan tierra.
El bar en el cual escribo estas líneas está muriendo con la noche y los ceniceros vacíos.
Pocos son los hombres que rondan aún, aún menos los que beben vino conmigo.
Busco un cigarrillo, para transformar en humo mis frustraciones, con las uñas rojas lo guío a mi boca, aún más roja. Fumo con languidez, con obsesión, estrujando contra mis labios el inerte cigarrillo que ha venido a compensar la falta de amor. La falta de comprensión. La falta de mortalidad.
Falta dolor. Falta obsesión. Falta lo que hace que esta vida sea lo que ha venido a ser; muerte.
He pensado en amar por no desilusionar a mi Creador. Pensado en sufrir para saber que ha valido la pena nacer. Pero el tránsito cotidiano dificulta las lágrimas y no importa si mis ojos son negros y espesos, no hay ojos más oscuros para compensar este anonimato absurdo e inequívoco.
Se busca amor en los callejones mugrientos de la ciudad, se encuentra amor en la esquina de la infancia. Y no importa.
Como aman las mujeres de ojos grandes es como no haber amado nunca, porque jamás llegará otra mujer de ojos más grandes a perderse en otros ojos polvorientos. Y el todo que creíamos ver se hace nada. Le ''néant'' c'est ca, rien de plus.
Entonces, ahora que me ves, que crees verme, sentada en un bar cualquiera, a la hora imprecisa, dime si es que el amor es lo que realmente buscamos. Adivino que no sabrás responderme, porque como yo, aún no sabes que amar es dejarse morir.
He pensado en perderme en este cigarrillo, en la copa vacía, en la barra oscura, en mi vestido ajustado a mi estrecha figura. He pensado.
Entonces una letra tiembla en el fondo del salón, una palabra tiembla en la esquina de esta frase, se acerca el vacío, lo sé.

Aquí espero sentada, quizás la muerte entrar en el bar vestida de
rojo.

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