lunes, 7 de abril de 2008

La mujer que serías




Nombrarte con aquello que sabíamos podría perdurar, como un trozo de eternidad clavado en símbolos que hablaban de otros símbolos, símbolos que hablarán de ti.


Decirte que no hay ojos más tristes que los tuyos, que jamás la realidad fue más perfecta que cuando la nombrabas.Sólo una niña, los pies de cristal, el corazón desmesura. Así eras tú.


Contarte historias que jamás sucedieron, que nunca lo harán -sólo en el mar de tus sueños-.El mar espeso en él que cuajabas ficciones, un hombre para ti, un soñador, un bufón, tus secuaces, tu pobre armado de arena.


Flotar de nube en nube, comer y respirar algodones. Tal era tu anhelo.


Deambulabas por la ciudad, te confundían con otra, intentaban nombrarte (porque ellos necesitan nombres para que sea real), y así iban forjando a una mujer que en poco se parecía a la niña que eras.

Tenías ese dejo de irrealidad, esa dosis de fantasía, locura decían algunos.

A ti no te molestaban los juicios, apenas te enterabas de lo que allí se tejía. Sin darnos cuenta, tu imaginación había volado hasta perderse en esa dimensión a la que jamás accederíamos.

Si alguien intentaba cogerte la mano, saltabas asustada, temías diluirte en pequeñas partículas de deseo y ficción.

Tranquila veías pasar el tiempo, sin jamás pensar que éste pasaba en ti.

Habías construido un castillo a tu exacta medida, perfecto para tu imperfección. Y desde la más alta torre veías surgir personajes insólitos, amantes póstumos, árboles parlanchines, duendes traviesos, niños con alas.
Comías corazones pero te asegurabas que nadie osara acercarse al tuyo - no lo entenderían- te decías entre risas y suculentos pedazos de carne rojiza.

No querías crecer, no querías abandonar tu pedazo de tierra yerma. Eras feliz en ti misma, con tus enigmas y acertijos.

Te mirabas las manos a contraluz, las entendías tuyas. Volvías a redescubrir cada rincón de tu cuerpo, nombrándolo todo por la primera vez. El vértigo y la ansiedad de ir creando con la mirada curiosa y las palabras mágicas todo un universo; una mujer.



Tenías los ojos tristes, pero no era cierto, tenías la mirada de una niña inventado a la mujer que sería.








No hay comentarios: